martes, 3 de agosto de 2010

Andar con las zapatillas propias

Por Luciana Bash

Había una vez una mujer hermosa, que se levantaba todas las mañana lista para ponerse sus zapatitos de cristal.

Un día muy contenta y orgullosa de sus zapatitos que comparaba constantemente con los zapatitos de las demás mujeres, sin darse cuenta haciendo sus tareas cotidianas se piso el dobladillo de su pretencioso pantalón negro comprado en una tienda de nombre popular entre las mujeres y hombres que caminan por los shopping.

Nuestra hermosa mujer callo por los escalones y en su intento por detener el torbellino, golpeo su ceja en la puerta de blindex y perdió el conocimiento.

Millones de mujeres todos los días se colocan sus zapatos de taco, zapatillas, chatitas y su traje de mujeres modernas para salir de sus casas. Mirando con entusiasmo y reconocimiento de estilo otros zapatos y otra ropa. Objetos que las representarían más en alma y menos en forma.

Perder nuestros pies en sentido metafórico es perder nuestra base, nuestra raíz que nos sostiene, que nos da la movilidad, la libertad de correr, de detenernos, de caminar. Sin zapatos psíquicos una mujer no puede superar los ambientes interiores y exteriores que exigen agudeza, sensatez, prudencia y resistencia

En una cultura desinteresada de las singularidades que conduce a una existencia domesticada y que a la distancia a la perdida de una percepción fiel de nuestros gustos, de nuestros ciclos, de nuestros humores, generando excesos que tal vez nos lleven a perder nuestros pies, nuestra base. Un sistema de valores tan apagado nos propone la cultura moderna que provoca una enorme perdida de la conexión con el alma. Siempre hay oportunidad de arreglarlo, de configurar nuestras vidas de la manera que queremos, que nos merecemos. La mujer que conserva la escucha de su interior, rechaza los convencionalismos cuando no son nutritivos ni sensatos.

Andar con las zapatillas propias.

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